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A finales de los años 70, Rafael Caro Quintero se alió con Miguel Ángel Félix Gallardo (“El Jefe de Jefes”) y Ernesto Fonseca Carrillo para fundar el cártel de Guadalajara, uno de los pioneros del narcotráfico en México.
El “Narco de Narcos” llegó a ser así el mayor exportador mexicano de marihuana y su fortuna fue calculada en unos 500 millones de dólares. Luego el cártel amplió sus negocios a la cocaína, gracias a los tratos con Pablo Escobar.
Aunque posaba como agricultor honesto, Caro Quintero, cuya vida ha sido retratada en varias “narcoseries”, ya estaba en la mira de Estados Unidos por presuntos nexos con autoridades mexicanas.
Entre 1982 y 1984, Enrique Kiki Camarena, estadounidense de origen mexicano, se infiltró en el cártel, lo que condujo a la destrucción de 2.500 acres de marihuana del “Narco de Narcos” en una hacienda conocida como el Rancho Búfalo (Chihuahua, norte).
Según las autoridades estadounidenses, en su deseo de venganza contra la DEA, Caro Quintero ordenó la tortura y muerte de Camarena, cuyo cuerpo fue encontrado en una zanja en marzo de 1985 junto con el del piloto mexicano Alfredo Zavala.
“No lo secuestré, no lo torturé y no lo maté”, aseveró en su momento el capo a la revista Proceso.
El homicidio de Camarena golpeó las relaciones entre Estados Unidos y México y radicalizó la lucha antidrogas, lo que detonó la caída del capo y su organización.
Caro Quintero fue detenido en abril de 1985 en Costa Rica y condenado a 40 años de prisión por el doble crimen, aunque en agosto de 2013 fue liberado por un tecnicismo legal.
Luego, Estados Unidos pidió su extradición por la muerte de Camarena y por cargos de narcotráfico, actividad que nunca abandonó, según la DEA.
“Si algún criminal mata a un agente nuestro, entonces vamos a perseguirlo por todo el mundo hasta que sea capturado”, sostiene Mike Vigil. La sentencia finalmente se cumplió.
© Agence France-Presse
